Nueva vida para ti

El español Ponce de León cruzó los mares con destino a América en el año 1493. Fue nombrado gobernador de la isla de Puerto Rico en 1509. Su mayor empeño fue encontrar el «ELIXIR DE LA JUVENTUD», una misteriosa agua de vida capaz de rejuvenecer el cuerpo, una fórmula feliz generadora de vida nueva. Pero el insigne español murió sin hallar lo que buscó con tanto afán.

Al igual que Ponce de León, muchos hoy día se afanan por detener el desgaste físico. Se anuncian cosméticos, cirugía estética, hormonas, vitaminas, y ejercicios. Todo eso con el pretendido fin de mantener el vigor y la apariencia juvenil. La salud física es algo de indiscutible valor para el ser humano. Pero más que una renovación física, lo que el hombre necesita con urgencia es una regeneración espiritual.

El hombre es un ser caído que sufre el deterioro de su alma por haberse rebelado contra Dios.

El pecado no sólo ha alejado al hombre de Dios, sino que además, ha corrompido la naturaleza del ser humano. La rebeldía, el orgullo, la vanidad, la avaricia, el egoísmo, la violencia, la inmoralidad, y las injusticias, ponen de manifiesto que el hombre ha ofendido la Santidad de Dios y se ha convertido en pecador (Romanos 3:23, “Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”).

A pesar de la rebeldía del hombre, el Dios de misericordia y amor envió a Su Hijo Jesucristo al mundo, para que se diese a sí mismo como sacrificio por los pecados de la humanidad. Cristo realizó el sacrificio perfecto que satisfizo todas las demandas de la Santidad y la Justicia de Dios. Cristo resucitó de los muertos y fue exaltado a la diestra de Dios. Sólo Él posee toda potestad para salvar al pecador que cree en Él (Romanos 3:24, «Siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que hay en Cristo Jesús»).

El acto más significativo en la vida de cualquier persona es el de venir a Cristo por la fe y pedirle el perdón de los pecados. Él dijo: «De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna» (Juan 6:47). El que cree en Cristo ha pasado de muerte a vida (Juan 5:24, “De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida”) y es hecho una nueva creación (2 Corintios 5:17). Dios implanta en él una nueva vida, le da una nueva esperanza, y le prepara un nuevo destino. La verdadera vida es Cristo. Quien tiene a Cristo, tiene la vida (1 Juan 5:12, “El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida”).

El acto más significativo en la vida de cualquier persona es el de venir a Cristo por la fe y pedirle el perdón de los pecados.

Querido amigo: ningún esfuerzo humano puede generar la nueva vida que tú y yo necesitamos. Ni la religión, ni la ciencia, ni el dinero, pueden limpiarnos de pecado. Sólo la perfecta obra de Cristo en la Cruz ha agradado al Padre Celestial. Acude a Cristo, pídele que te perdone, te reciba, y te dé el regalo de la vida nueva que sólo Él puede dar. «Porque la paga del pecado es muerte, mas el regalo de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro» (Romanos 6:23).

Escrito por el Dr. E. Luis Carballosa.

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