El epígrafe de este artículo procede de la enseñanza que el apóstol Santiago nos da en su epístola sobre este miembro tan pequeño y jactancioso, que puede ser de “bendición o maldición (Sant. 3:10). La lengua es un miembro pequeño, sin embargo, es muy difícil de domar. Todos, algunas veces, por no decir muchas, causamos daño a otros por medio de la lengua (Sant. 3:2). Siendo un miembro tan pequeño, su capacidad de influencia es enorme. Puede contribuir poderosamente en la calidad de nuestra vida dependiendo del buen o mal uso que hagamos de él.
El apóstol Pedro, inspirado por el Espíritu Santo, hace referencia a un salmo de David (Sal. 34:11-14) y nos exhorta, “El que quiere amar la vida y ver días buenos, refrene su lengua del mal, y sus labios no hablen engaño” (1ª Pedro 3:10). Salomón, con sabiduría de Dios, trató este tema de la lengua con gran precisión. Habló de sus beneficios, diciendo que puede ser “árbol de vida” pero alertó también del daño que puede causar. En este artículo nos enfocaremos en el peligro de una lengua mentirosa.
La lengua mentirosa descubre un corazón engañoso
Después de exhortar a guardar el corazón con diligencia (4:23), Salomón hace un llamado para guardar con toda diligencia también la boca (“Aparta de ti la boca perversa, y aleja de ti los labios falsos”, Proverbios 4:24). Nos exhorta a no hablar cosas torcidas para no llenar el corazón con ellas. Las decisiones y demás asuntos de la vida proceden del corazón, pero es la boca y los labios los que hablan, por eso hay que cuidarlos. Como alguien dijo: “Lo que está en el pozo del corazón, por el balde de la boca saldrá”.
La “boca perversa” y los “labios falsos” son conceptos paralelos que tienen que ver con un discurso fraudulento y engañoso, que pervierte y tergiversa lo que es verdadero. Se usan para describir una boca que habla sin integridad, que no dice la verdad. Tiene que ver con toda clase de palabras pecaminosas que proceden y descubren un corazón engañoso. No solo debemos de abstenernos de hablar mal, sino alejar de nosotros todo pensamiento que pueda poner en marcha una lengua depravada, negándonos también a escuchar a los que hablan mal. Y si algún pensamiento perverso surge en nosotros, pidamos perdón al Señor, y pongamos las manos en la boca para taparla y no corromper a otros. Debemos poner guardia ante la puerta de nuestros labios para no ofender con nuestra lengua.
La lengua mentirosa es abominación al Señor
Proverbios 12:22 dice que, “Los labios mentirosos son abominación al Señor”. Dios odia la mentira porque contrasta fuertemente con Su naturaleza. Dios es el Dios de la Verdad (Deuteronomio32:4). Tiene un verdadero amor por la Verdad (Tito 1:2; Hebreos 6:18). Por eso tiene un verdadero odio por la mentira. Jesús el Hijo de Dios, no solo habló la Verdad en todo momento, sino que Él mismo afirmó que es la Verdad (Juan 14:6). La mentira es denunciada en la Escritura como algo que excita el desagrado divino (Salmos 5:6; 120:3; Oseas 4:1-3; Apocalipsis 21:8, 27). Dios odia la mentira en cualquiera de sus formas: la exageración, el fraude, la tergiversación, el falso testimonio, la calumnia, y cualquier otra acción que trate de ocultar la verdad. Mentir es pervertir la verdad, y esto suele hacerse normalmente por medio de la lengua.
La lengua mentirosa es un arma de Satanás.
Tal vez sea un pecado al que no le damos suficiente importancia, pero Satanás usa la lengua mentirosa para hacer su obra maligna, porque él “es mentiroso y padre de mentira” (Juan 8:44). La gravedad de la lengua mentirosa se hace evidente en lo que les ocurrió a Ananías y Safira. Cuando mintieron, Pedro le dijo a Ananías que “Satanás había llenado su corazón para que mintiese”, y luego afirmó: “No has mentido a los hombres, sino a Dios”. Como resultado, ambos fueron muertos (Hch. 5:1-11). La lengua mentirosa es algo muy serio para Dios. Tan grave, que Dios dice que todos los mentirosos, todo aquel que ama y hace mentira tendrá su parte en el lago que arde con fuego y azufre, el infierno (Apoc. 21:8; 22:15).
Conclusión
Dios odia los labios mentirosos en cualquiera de sus formas, por tanto, el creyente también debe aborrecer lo que Dios odia (Proverbios 13:5). Cuando hablamos de forma engañosa nuestras palabras revelan un corazón que no está sometido a Dios (Mateo 15:18-20). El Dios de Verdad (Salmos 31:5) espera que sus hijos vivamos de acuerdo con Su Verdad. Ésta es la que santifica nuestras vidas (Juan 17:17), mantiene limpias nuestras conciencias y promueve la paz y el amor entre los hijos de Dios. Nuestra conducta como hijos de Dios debe representar el carácter de Dios. Como hijos de Dios debemos ser honestos en nuestro hablar. Debemos ser prudentes y no exagerar nuestro discurso, ni hacer promesas falsas, o decir verdades a medias. Oremos, pues, al Señor como lo hizo el salmista: “Libra mi alma, oh Jehová, del labio mentiroso, y de la lengua fraudulenta” (Sal. 120:2).
Síguenos en Facebook: https://www.facebook.com/ieteis/
Instagram: https://www.instagram.com/ie_teis/?hl=es